El fracaso del sistema educativo

Ni los docentes ni los alumnos son responsables

Luis Osin

http://personal.cet.ac.il/osin

A los 14 años, mi estatura era de un metro y cincuenta centímetros. Roberto, mi mejor amigo, un mes menor que yo, medía 1,70 m, y me consolaba diciéndome que yo había llegado a la estatura de Napoleón. A los 17 años, mientras Roberto había permanecido en la misma estatura, yo había alcanzado 1,75 m.

Mi lento crecimiento en estatura no me molestó especialmente, porque mi desarrollo intelectual era muy rápido. Y, sobre todo porque, cuando llegué a la edad en que comenzó a interesarme el sexo opuesto, mi altura era muy satisfactoria.

El desarrollo intelectual de Roberto, que es el personaje central de esta historia era, en cambio, mucho más lento. El pobre Roberto recibía permanentes consejos de sus maestros: "Debes trabajar más", "Tienes que hacer un esfuerzo mayor", o lo que es peor: "No seas haragán". Roberto, como muchos otros a los que dedico este artículo, fue finalmente vencido por la confluencia de Matemática, Física y Química, y abandonó el Liceo.

Se me ocurrió pensar cuál hubiese sido el impacto sobre mi motivación, estado de ánimo, mi imagen frente a mis compañeros y mi actitud frente a la escuela y el Liceo, si permanentemente me hubiesen asediado con: "Debes crecer más rápidamente", "Deberías ser más alto", "Haz un esfuerzo para crecer" o "No seas haragán".

El caso de Roberto no fue trágico porque comenzó a trabajar muy joven y, como persona inteligente, progresó en su trabajo, llegó a cargos de importancia, se casó y desarrolló una hermosa familia.

Pero Roberto podría haber disfrutado de su proceso educativo, y probablemente haber llegado a la Universidad, si el sistema hubiese reconocido que la velocidad de aprendizaje, así como el ritmo de crecimiento en estatura, son parámetros personales, que el individuo no puede controlar.

La gran diferencia es que el crecimiento en estatura es visible, mientras que la velocidad de aprendizaje no lo es.

Pero aunque no sea visible, las diferencias en la velocidad de aprendizaje son conocidas, y la investigación educativa ha encontrado que la distribución de velocidades es normal (curva de Gauss) y que los alumnos en el 5% inferior de la distribución necesitan cinco veces más tiempo que los alumnos en el 5% superior para estudiar los mismos contenidos.

!Y el sistema educativo quiere que todos los alumnos aprendan los mismos contenidos en el mismo tiempo!

De ahí el título de esta nota. El fracaso del sistema educativo se debe a una concepción errónea del mismo, de la cual ni los docentes ni los alumnos son responsables.

Suelo comentar que los pedagogos exitosos del sistema son los profesores de Educación Física. Cuando el profesor lleva a sus alumnos a practicar salto alto, pone la barra en un nivel tan bajo que todos la saltan con facilidad, pero luego la va subiendo paulatinamente, de modo de que cada alumno salte al máximo de sus posibilidades.

Eso es lo que debemos exigir del sistema educativo: una estructura en que cada alumno o estudiante pueda progresar de acuerdo a sus características personales y, en particular, de acuerdo a su velocidad de aprendizaje.

El concepto de producción en masa que caracteriza al sistema educativo debe ser cambiado drásticamente, de la misma manera que la industria ha cambiado. Desde la frase de Henry Ford: "un auto del color que quiera, siempre que sea negro", a la línea de producción computarizada de hoy en día hay un salto fundamental. Ese salto se lo debemos exigir también al sistema educativo.

Y de la misma manera que la tecnología ha posibilitado la nueva línea de producción industrial, también permite estructurar un sistema educativo adaptado a las necesidades de cada alumno. La enseñanza frontal, con el docente como fuente única de información, transmitiéndola al mismo ritmo a alumnos de ritmos de aprendizaje totalmente diferentes, debe desaparecer.

Las computadoras del Proyecto Ceibal deben ser utilizadas para ser fuentes de información y de interacción que cada alumno maneja de acuerdo a su ritmo. La interacción educacional debe ser entre grupos de alumnos trabajando en proyectos, bajo la guía del docente, pero sin que éste sea la fuente del conocimiento. Y cada alumno debe tener una carga adecuada a su ritmo, por lo cual su progreso curricular será función de su ritmo de aprendizaje, disponiendo del tiempo adecuado para internalizar cada tema. En esta forma, en lugar del tiempo fijo determinado por la presentación del docente, los alumnos de aprendizaje rápido progresarán más rápidamente que los de aprendizaje medio, y los alumnos de aprendizaje lento progresarán más lentamente, pero aprendiendo, en lugar de desperdiciar su tiempo saltando de cada tema al siguiente sin aprender ninguno.

Además, el sistema educativo debe preparar a los estudiantes para la vida real, y el modelo que les presenta el sistema educativo convencional no cumple esa función. El ser-que-todo-lo-sabe, distribuyendo conocimiento a sus alumnos, es la antítesis de lo que sucede en la vida real. Los estudiantes del presente y ciudadanos del futuro deberán trabajar en equipo, tendrán que buscar la información y los recursos necesarios para realizar los proyectos en los que trabajan, deberán actuar con sentido crítico, tanto con respecto a la información que reciben como a la valoración de lo que hacen, y serán responsables por la excelencia del producto que construyan.

Al independizarnos de la enseñanza frontal, necesariamente sincrónica, podemos determinar el número de actividades de aprendizaje asignadas a cada alumno en un momento determinado, de modo de adaptarnos a cada uno en forma personalizada. Queremos que todos los alumnos accedan a la maestría en los temas que estudian, y a un buen producto en cada proyecto que se les encomiende. La manera de conseguirlo es asignar más tareas en paralelo a los alumnos rápidos y menos tareas en paralelo a los alumnos lentos. Como ejemplo, un alumno rápido puede estar participando en tres proyectos, dos actividades de aprendizaje individual, y dos actividades de enseñanza asistida por computadora (EAC), mientras que un alumno lento puede estar participando en un proyecto, una actividad individual, y una actividad de EAC.

Ahora puede comprenderse también una de las razones de nuestra insistencia en la actividad por proyectos. La estructura lineal del currículo convencional obliga a todos los alumnos a moverse sobre una sucesión rígidamente definida, mientras que los proyectos, si bien deben satisfacer ciertas exigencias en cuanto a prerrequisitos, no están secuencialmente ordenados y, por tanto, pueden asignarse en paralelo.

Por supuesto, ningún docente puede manejar esta multiplicidad de estados de sus alumnos si no le proporcionamos las herramientas adecuadas, que en este caso requieren un sistema computacional de administración pedagógica. Pero no hay nada peyorativo en el hecho de que el docente necesite apoyo computacional, pues sin este apoyo tampoco podrían funcionar los bancos, las compañías de aviación, ni la mayor parte de la industria, el comercio y la administración.

Es imposible que el docente recuerde el estado cognitivo de cada estudiante, y tome decisiones educativas basadas en el mismo, cuando cada estudiante está siguiendo una trayectoria distinta en el universo del conocimiento. Felizmente, disponemos hoy de una tecnología computarizada que permite resolver ese problema.

El sistema de administración computarizado nos indicará también cuándo un alumno ha completado los requerimientos de un grado escolar, lo cual permitirá promoverlo al grado siguiente. Es claro entonces que, a diferencia del sistema actual, la promoción no se efectúa una vez al año, sino que puede ser  a los tres o cuatro meses para un alumno de aprendizaje muy rápido, o a los quince meses para un alumno de aprendizaje lento. La diferencia en este caso con la situación actual, es que ese alumno lento ha sido promovido porque domina los materiales curriculares, y no porque ha pasado un año lectivo y el alumno pasa de grado sin haberlos aprendido.

El proceso de transición del sistema actual al que proponemos es, si queremos que tenga éxito, necesariamente lento, pero si no comenzamos ese proceso seguiremos inmersos en un sistema pedagógicamente indefendible, cuyo fracaso vivimos día a día.

No corresponde a un artículo periodístico el entrar en los detalles de ese proceso de transición. Quién esté interesado puede encontrarlos (además de una visión ampliada de los conceptos antes expuestos) en el artículo que presenté en la conferencia de LACLO 2011, realizada el pasado mes de octubre en la Facultad de Ingeniería:

http://laclo2011.seciu.edu.uy/Luis_Osin.pdf